Sociedad justa

El otro día me preguntaron cuál era mi concepto de sociedad justa. La palabra "concepto" entró allí con un sentido ante el americano y pragmático que el greco-latino. En lugar de designar sólo la fórmula verbal de una esencia o entidad, significaba que el esquema mental de un plan debía realizarse. En este sentido, por supuesto, no tenía ningún concepto de sociedad justa, porque, convencido de que no me concedía traer al mundo una cosa tan maravillosa, tampoco parecía una ocupación rentable seguir inventando planes que no tenía intención de llevar a cabo.

Lo que estaba a mi alcance, en cambio, era sólo analizar la idea misma de "sociedad justa" - su concepto en el sentido greco-latino del término - para ver si tenía sentido y si tenía algún uso.

Desde el principio, los atributos de justicia e injusticia sólo se aplican a entidades reales capaces de actuar. Un ser humano puede actuar, una empresa puede actuar, un grupo político puede actuar, pero la "sociedad" en su conjunto no puede. Toda acción implica la unidad de la intención que lo determina, y ninguna sociedad tiene nunca una unidad de intenciones que justifique señalarla como un sujeto concreto de una acción dada. La sociedad, como tal, no es un agente: es la tierra, el marco donde las acciones de miles de agentes, impulsados por diversas intenciones, producen resultados que no corresponden enteramente ni siquiera a sus intenciones, que más las de una entidad genérica llamada "la sociedad"!

Por lo tanto, la "sociedad justa" no es un concepto descriptivo. Es una forma de hablar, una metiquína. Por esta razón, tiene necesariamente una multiplicidad de significados que se superponen y se funden en una confusión insensible, que es suficiente para explicar por qué los mayores crímenes e injusticias del mundo se cometieron, precisamente, en nombre de la "sociedad justa". Cuando adoptas como objetivo de tus acciones una figura de lenguaje imaginando que es un concepto, es decir, cuando propones lograr algo que ni siquiera puedes definir, es fatal que termina logrando algo totalmente diferente de lo que imaginaste. Cuando esto sucede hay llanto y rechinar de dientes, pero casi siempre el autor de los problemas evita tomar sus defectos, aferrándose con tenacidad de cangrejo a una afirmación de buenas intenciones que, precisamente porque no corresponden a ninguna realidad son el mejor analgésico para las conciencias poco exigentes.

Si la sociedad misma no puede ser justa o injusta, toda sociedad cubre una variedad de agentes de conciencia que, sí, pueden tomar acciones justas o injustas. Si cualquier significado sustantivo puede tener la expresión "sociedad justa", es la de una sociedad donde los diversos agentes tienen los medios y la voluntad de ayudarse mutuamente a evitar actos injustos o repararlos cuando no se podrían evitar. La sociedad justa, al final, significa sólo una sociedad donde la lucha por la justicia es posible. "Medios" significa: poder. Poder legal, sin duda, pero no sólo eso: si usted no tiene los medios económicos, políticos y culturales para hacer cumplir la justicia, no tiene mucho sentido que la ley esté de su lado. Para tener ese mínimo de justicia sin el cual la expresión "sociedad justa" sería sólo un hermoso adorno de crímenes nefastos, debe haber una cierta variedad y abundancia de medios de poder repartidos por toda la población en lugar de concentrarse en manos de una élite iluminado o con suerte. Sin embargo, si la propia población no es capaz de crear estos medios y en su lugar depende de un grupo revolucionario que promete tomarlos de sus actuales poseedores y distribuirlos democráticamente, ahí es donde el reino de la injusticia se asienta de una vez por todas. Para distribuir poderes, primero hay que poseerlos: el futuro distribuidor de poderes debe convertirse, más bien, en el titular monopolístico de todo poder. Y aunque entonces trate de cumplir su promesa, la mera condición de distribuidor de poderes seguirá haciéndolo, cada vez más, en el señor absoluto del poder supremo.

Los poderes, los medios de acción, no se pueden tomar, ni los datos ni los prestados: deben ser creados. De lo contrario, no son poderes: son símbolos de poder, utilizados para enmascarar la falta de poder efectivo. Aquellos que no tienen el poder de crear medios de poder siempre serán, en el mejor de los casos, esclavos del donante o distribuidor.
En la medida en que la expresión "sociedad justa" puede transmutarse de una figura del lenguaje a un concepto descriptivo viable, queda claro que una realidad correspondiente a este concepto sólo puede existir como el trabajo de un pueblo dotado de iniciativa y creatividad – un pueblo cuyos actos y esfuerzos son variados, inauditos y lo suficientemente creativos como para que no puedan ser controlados por ninguna élite, ya sea de oligarcas acomodados o de revolucionarios hambrientos de poder.

El que sinceramente desea liberar a su pueblo del yugo de una élite gobernante nunca promete tomar el poder de esta élite para distribuirlo al pueblo: busca en cambio liberar a las fuerzas creativas latentes en el espíritu del pueblo, para que aprenda a generar su medios de poder propios – muchos, variados e impredecibles – socavando y diluyendo los planes de la élite – de cualquier élite – antes de que puedan siquiera entender lo que sucedió.

Olavo de Carvalho

Diário do Comércio, 10 de marzo de 2011

OLAVO DE CARVALHO es un escritor, filósofo y periodista brasileño. Nacido en Campinas, Estado de Sao Paulo, el 29 de abril de 1947, ha sido aclamado por la crítica como uno de los pensadores brasileños más originales y audaces. Hombres de orientaciones intelectuales tan diferentes como Jorge Amado, Arnaldo Jabor, Roberto Campos, Ciro Gomes, Bruno Tolentino y el expresidente de la República José Sarney ya han expresado su admiración por su persona y su trabajo. Es uno de los principales representantes del conservadurismo brasileño.

Roxane Carvalho

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