La mentira estructural

Cuando hablo de "mentalidad revolucionaria", me refiero no sólo a los antiguos revolucionarios profesados, sino a una cierta estructura de percepción que puede estar presente en individuos no relacionados con la actividad política. Uno de sus rasgos característicos es la pseudoprofresividad: el sujeto se imagina a sí mismo el portador de un nuevo mundo -que puede ser un nuevo mundo científico, artístico, moral, religioso, político o todo esto- y tan ebrio está ante la visión de este brillante futuro que su percepción de la vida actual se vuelve deformada, grotesca y, en el sentido más radical y absoluto, falsa.

La mentira y el pretexto, que la humanidad normal utiliza como conveniencias ocasionales y momentáneas, están en el revolucionario la base constante de su visión de sí mismo y del universo. Yo usaría la palabra "histeria" para describir esta imagen si no fuera compatible con una conducta externa aparentemente normal en todo lo que fuera del área de actividad específica del individuo. Cuando René Descartes, en Meditaciones de Filosofía Primero, confunde su yo temporal concreto con la idea universal del cognoscentium y pasa de uno a otro sin darse cuenta de que toma como narrativa autobiográfica lo que es un mero análisis lógico de un concepto abstracto, este es evidentemente un síntoma histérico, aunque en la vida cotidiana el filósofo no dio el más mínimo indicio de histeria. Tal vez "histeria intelectual" sea el término. Y la histeria significa dejarse llevar por la propia pretensión hasta el punto de creer en ella piadosamente.

En el revolucionario político, el pretexto ejerce, por tanto, una función totalmente diferente de la que tiene en los políticos normales. Mienten cuando están interesados, con la parsimonia necesaria para mantener un control razonable de su propia puesta en escena. Sus mentiras son conscientes y reflejadas, compatibles con un realismo más grueso y saludable. El revolucionario, mientras mide la vida presente con el gobernante del maravilloso futuro que imagina personificar, simplemente no puede ver las cosas como son. Debe falsificartodo todo para que los méritos hipotéticos de la sociedad prometida sean tomados como las virtudes actuales de su propia persona y de su partido. La mentira del político común es instrumental y puntual, la del revolucionario es estructural, permanente y expansiva: al no ser capaz de dosifimar conscientemente la mentira y la verdad, tiene que destruir en el público incluso la capacidad de hacer esta distinción. De ahí la "revolución cultural", el desmantelamiento sistemático de la inteligencia popular.

Cuando el Sr. Luís Inácio se hace pasar por un duro nacionalista proclamando que "el Amazonas tiene un dueño" y unas horas más tarde abre el territorio amazónico a la codicia internacional como aquel que anuncia una asignación, el contraste es tan ostentoso, tan evidentemente escandaloso, que el hipótesis de pretensión instrumental tiene que ser descartada en limine. Luis Inácio no es tan estúpido como para pensar que puede engañar a alguien con una mentira de patente. Pero está lo suficientemente loco como para dejarse engañar por ello, creyendo que el entreguism, si es practicado por un representante autorizado del futuro beatífico, se convierte instantáneamente en una especie de amor por la patria. Transfigurado por pseudoprofesividad, la contradicción se convierte en identidad, y honny soit qui mal y pense.

Lejos de camuflar el abismo entre sus palabras y sus obras, el revolucionario lo muestra con un cántico estupeo que desarma al espectador. No quiere engañar al público. Quiere estupidez para que viva en un estado de engaño permanente, como él mismo.

Olavo de Carvalho

Jornal do Brasil, 27 de septiembre de 2007


OLAVO DE CARVALHO
 es un escritor, filósofo y periodista brasileño. Nacido en Campinas, Estado de Sao Paulo, el 29 de abril de 1947, ha sido aclamado por la crítica como uno de los pensadores brasileños más originales y audaces. Hombres de orientaciones intelectuales tan diferentes como Jorge Amado, Arnaldo Jabor, Roberto Campos, Ciro Gomes, Bruno Tolentino y el expresidente de la República José Sarney ya han expresado su admiración por su persona y su trabajo. Es uno de los principales representantes del conservadurismo brasileño.

Roxane Carvalho

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