Psicología del fanatismo

Victor Frankl describió al fanático por dos rasgos esenciales: la absorción de la individualidad en la ideología colectiva y el desprecio por la individualidad de los demás. La "individualidad" es la combinación única de factores que hace de cada ser humano un espécimen único e insustituible. Cada vez hay individualidades menos diferenciadas. Cuanto más diferenciados, menos se pueden reducir a las típicas generales y más requieren la intuición comprensiva de su fórmula personal. Esto se ve más claramente en la obra de los grandes artistas y filósofos, sin mencionar a los santos y profetas. Es sólo parcial y deficiente que la personalidad creativa cae en categorías generales como "estilo de período", "ideología de clase", etc., que los científicos sociales inventaron para hablar de medios humanos indistintos, pero que el erudito mediocre insiste en aplicar como camisas de fuerza a cualquier cosa que vaya más allá de la media.

En esta insistencia, el fanatismo de Frankl definido por Frankl ya se manifiesta, en forma disfrazada y socialmente prestigiosa. Gran parte de la "ciencia social" actual no es más que el recorte de las individualidades de acuerdo con la medida de la mediocridad estándar. Antonio Gramsci, que limitó el papel de los seres humanos al de agentes o pacientes de lucha de clases —excluyendo aquellos incatalogables como aberraciones o como residuos arqueológicos de etapas anteriores de la misma lucha— fue, en este sentido, un genio de la mediocridad y un principal codificador del fanatismo. La palabra "fanático", aplicada al fundador del PCI, parecerá insultante e inaceptable para aquellos que, como buen mediocre, sólo entienden el "fanatismo" en el sentido vulgar y cuantitativo de la exaltación frenética. El verdadero fanatismo, por el contrario, es totalmente compatible con la serenidad del tono y a menudo vuela signos convincentes de "moderación". El fanático no tiene que ser malhumorado, nervioso o hidrófobo. Sólo que, es tan en sintonía con la ideología colectiva que es suficiente como canal para la expresión de sus sentimientos, experiencias y aspiraciones, sin nada sobrante de esa brecha, de ese abismo que el hombre diferenciado ve abierto, con frecuencia, entre su mundo interior y el universo alrededor. Piensa y siente con la fiesta, ama y odia con la fiesta, ya sea con la fiesta y actúa con la fiesta. Todo en tu ser escapa de ese medidor no tiene importancia ni está enfermo. Nuestro tiempo y nuestro país han añadido a esto un grotesco relaves que marca la última rendición del alma: el militante injerta el acrónimo de la asociación en su nombre bautismal, convirtiéndose en "Joaozinho do PT", "Mariazinha do PT". Ni siquiera el viejo Partidáo vino a tanto. La afiliación partidista ya no es la mera aprobación crítica y condicional que la personalidad autónoma da a ciertas ideas políticas: se ha convertido en el factor estructurante y en la esencia vivante de la propia personalidad, que sin ella caería como una bolsa vacía. La función de nomenclatura y definición, anteriormente reservada para familias, profesiones y regiones, ahora depende del partido.
Al mismo tiempo; la afiliación le da al fanático un lugar y un punto de apoyo en el espacio externo: por la ideología colectiva que se integra tan bien en el mundo, que nunca se siente aislado y extraño, excepto por el corto tiempo necesario para recuperar el significado de su misión partidista y su lugar en la historia, tirando con desprecio el momento de la "morbilidad". Nunca desplazado en este mundo, no aspira a ningún transmundo excepto en forma de un futuro cronológico que se realizará en este mismo plano de la existencia. Nada lo atrinchera profundamente en la temporalidad, en la historia, que su rechazo al presente, contra el que grita: "Otro mundo es posible", es decir, precisamente que es este mismo mundo, tan pronto como sea subyugado por su partido. Kant, con inasión involuntaria, llamó al espíritu de la Revolución "sabiduría mundana". La compresión del infinito en lo finito no podría ser más explícita que en el verso del poeta comunista Paul Luard: "Hay otros mundos, pero están en esto". ¿No podrías? Podría. Gramsci ya publicó "la mundanidad total del pensamiento". El fanático, en este sentido, está desprovisto de esa soledad, esa profundidad, esa tridimensionalidad específica de aquellos que "están en el mundo, pero no son del mundo". El, por el contrario, puede "no estar" en el mundo, pero con toda la intensidad de su ser, "es" del mundo.

En un próximo artículo te mostraré cómo esto hace que el fanático sea incapaz de percibir la individualidad de los demás.

Olavo de Carvalho

Jornal da Tarde, 21 de noviembre de 2002

OLAVO DE CARVALHO es un escritor, filósofo y periodista brasileño. Nacido en Campinas, Estado de Sao Paulo, el 29 de abril de 1947, ha sido aclamado por la crítica como uno de los pensadores brasileños más originales y audaces. Hombres de orientaciones intelectuales tan diferentes como Jorge Amado, Arnaldo Jabor, Roberto Campos, Ciro Gomes, Bruno Tolentino y el expresidente de la República José Sarney ya han expresado su admiración por su persona y su trabajo. Es uno de los principales representantes del conservadurismo brasileño.

Roxane Carvalho

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