Deseo de matar
Aquí suscríbete o copia el texto para traducir Amigos y lectores me piden una opinión sobre el aborto. Pero, inclinado por naturaleza a la economía del esfuerzo, mi cerebro se niega a crear una opinión sobre lo que sea, excepto cuando encuentra una buena razón para hacerlo. Ante algún tipo de problema, su reacción instintiva es aferrarse ferozmente al derecho natural a no pensar en el caso. Pero al argumentar a favor de este derecho, termina teniendo que preguntarse por qué el maldito problema es. Por lo tanto, lo que fue un intento de no pensar termina convirtiéndose en una investigación de los fundamentos, es decir, la empresa más filosófica que existe. Los futuros autores de biografías despectivas dirán con razón que me he convertido en un filósofo por mera pereza de pensar. Pero a medida que la pereza se gradúa las asignaturas por la escala de la atención mínima prioritaria, terminé desarrollando una aguda sensación de la diferencia entre los problemas planteados por la fatalidad
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